Coche alemán vs coche italiano

Sabemos que la procedencia de los coches determina siempre el carácter, no sólo de los vehículos, sino de todo lo que se produce en el país. La mentalidad de las diferentes culturas y su historia se refleja en todo lo que se produce dentro de ese contexto y por supuesto los coches no son una excepción.

La productividad alemana

El sector del automóvil ha sido para Alemania un gran escaparate de su cultura. La eficiencia, la inversión en investigación tecnológica y la seguridad han caracterizado siempre a sus marcas. Y por qué no decirlo, la soberbia, ha sido también un rasgo de su imagen a la hora de exponerlos de cara al mundo. Aquí un ejemplo de ello.

No hace falta ser un fan del fenómeno tuning para que la forma de mostrar su racionalismo te resulte pesada. Pero Alemania ha sufrido grandes cambios en los últimos tiempos. Sin ir más lejos, Volkswagen, que en alemán quiere decir «coche del pueblo», nació como una marca de coches accesible para el alemán medio. A mediados del siglo XX tener un coche no era algo sencillo para muchas familias y el régimen del nacionalsocialismo lanzó esta propuesta a concurso.

Tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial el país quedó dividido en la República Federal, controlada sobretodo por los Estados Unidos, y la República Democrática, controlada por la Unión Soviética. Por supuesto, esto tuvo sus consecuencias en la industria del automóvil. En los años 60 la RDA sacó al mercado el Trabant, el coche de la Alemania comunista. Un coche con ningún alarde, exento de lujos y que probablemente como el resto de los productos soviéticos, una máquina que podían heredar tus nietos.

El estilo de Italia

En la cara opuesta de la moneda se encuentra el carácter italiano y su concepto de producción. La fiabilidad que prometen los alemanes es la carta que juega más en contra de los coches producidos en el país alpino. Los coches italianos tienen fama de ser poco seguros y de asegurarte unos cuantos paseos en autobús entre visita y visita al taller.

En cuanto a la estética, como no podía ser de otra forma, están a la cabeza. Su diseño marca y ha marcado siempre las líneas generales de la moda. Podríamos decir que la batalla entre coches alemanes e italianos es una batalla entre la emoción y la razón. Y es así, hay algo que tiene Ferrari a lo que Porsche nunca podrá aspirar a tener.

Exclusividad, lujo, diseño. Estas características hacen que una chica cualquiera de veinte años a enamorase del Fiat 500 y a su padre, con los pies en la tierra, a aconsejarle que no compre un coche italiano. Hay buenos productos en el mercado procedentes de diferentes países pero para definir cual es el mejor para una persona mi consejo es que se sienta identificado con el producto que compra porque detrás de él hay una historia, una razón y un estilo de vida.